miércoles, 23 de agosto de 2017

El mexicano...

SAMUEL RAMOS Y SU VISION
sobre lo mexicano* *
Gina Zabludovsky*
Para ubicar adecuadamente a Samuel Ramos (1897-1959) es conveniente tener en
cuenta el curso que toma la filosofía en México al iniciarse el siglo XX.
Al respecto, Francisco Larroyo explica cómo, durante la etapa colonial la filosofía
en México se ocupaba fundamentalmente de la religión; en el siglo XIX se produce
un viraje hacia intereses marcadamente políticos y no es, sino hasta el siglo XX cuando
se logran cortar definitivamente estas ataduras y la filosofía adquiere un acendrado
espíritu teorético.
En el periodo que va de 1910 a 1930 aproximadamente, cobran gran influencia las
ideas de Antonio Caso cuyas lecciones ponen en crisis la educación positivista que
Ramos había recibido en el Colegio de San Nicolás —recuérdese que Caso era un
ferviente crítico del positivismo de Comte y Spencer y simpatizante del romanticismo
y el pragmatismo filosófico.
Así, en gran parte por la difusión que Caso hace de ciertas corrientes, predominan
en esta época el neocriticismo francés, la filosofía de la libertad y el pragmatismo.
Apoyándose en ciertas concepciones, los pensadores mexicanos encuentran ideas
para defender la autonomía de la historia y de la cultura frente al naturalismo
determinista. El pensamiento iberoamericano toma entonces cauces más profundos.
Los miembros de esta generación empiezan a filosofar por cuenta propia y a plantearse
los temas vinculados con su propio ser y origen.
Preocupado por estas cuestiones, Ramos toma distancia frente a la filosofía de
Antonio Caso y recibe nuevas influencias. Entre éstas destaca la de José Vasconcelos
con quien Ramos colabora en la revista “La Antorcha” y se hace cargo de ella por un
breve periodo cuando Vasconcelos se retira de la dirección.
Ramos parece tomar de Vasconcelos una serie de sugerencias sobre las posibilida-
des para una filosofía del continente —por aquel entonces, Vasconcelos se interesa en
una interpretación de la “cultura ibero-americana” cuyas conclusiones están expues-
* Profesora adscrita al Centro de Estudios Básicos en Teoría Social FCPyS-UNAM.
** Una primera versión de este trabajo fue presentada en enero de 1990 dentro del ciclo de conferencias
“Pensadores Mexicanos del S. XX". Este evento fue organizado por el Centro de Estudios Básicos en Teoría
Social como parte de las actividades de Extensión Universitaria que se llevaron a cabo en San Ildefonso.
tas en: La Raza Cósmica (1925). Como lo señala Hernández Luna, lo que latía en el
fondo de esta preocupación es la necesidad de que los pueblos americanos se
sacudieran de la influencia de filosofías europeas y se aventuraran hacia una filosofía
propia.
Con una inquietud similar y dentro de los límites más específicos, Ramos
transforma su interés por la filosofía iberoamericana en una preocupación por la
filosofía y la cultura mexicana que se convertirá en la tarea de toda su vida.
Otro de los autores de quien Samuel Ramos recibe una influencia importante es
Pedro Henríquez Ureña (1884-1945) quien en la obra Seis ensayos en busca de nuestra
expresión deslinda los rasgos peculiares y distintivos del mundo iberoamericano y
busca la forma de analizarlo como una unidad histórica dentro de la cultura universal.
Desde el punto de vista de las influencias externas, para el pensamiento de Ramos
cobran importancia las ideas de dos europeos: las del filósofo Ortega y Gasset y las
del psicoanalista Alfred Adler. Al referirse al primero Ramos señala que:
La más valiosa enseñanza de Ortega para México y en general para la América
Hispana, es el carácter profundamente español de su pensamiento y de su estilo,
en lo cual vemos nosotros una actitud ejemplar que nos ofrece las “bases
filosóficas para hacer legítima la aspiración para realizar, un pensamiento
nacional” (citado por Hernández Luna, pp. 63-64).
De Alfred Adler —psicoanalista que en su libro El conocimiento del hombre
(1927), se había apartado de las concepciones freudianas para dar más importancia a
lo social—, Ramos retoma la teoría del complejo de inferioridad como base para
entender la psicología del mexicano de la cual trataremos posteriormente en este
artículo no sin antes hacer referencia a algunas cuestiones relacionadas con la
periodización de las obras de nuestro autor.
El descubrimiento de lo mexicano y las obras de Samuel Ramos
Las obras de Ramos se pueden dividir en dos etapas relacionadas con su desarrollo intelectual.1
La primera es una época predominantemente crítica en la cual sus esfuerzos se
dirigen a comentar diferentes autores y corrientes.
En la segunda etapa, que se inicia a principios de los años treinta, Ramos
desarrollará sus propias ideas. El conjunto de su obra se abre entonces hacia dos
horizontes básicos: el de la antropología cultural y el de la filosofía del arte.
En este artículo nos ocuparemos de la antropología social de Ramos, de su ideario
filosófico, que se concentra en su concepción de la “cultura mexicana” y en la caracterización del carácter nacional.
Además de las corrientes filosóficas y psicológicas a las que hemos hecho
referencia, el interés de Samuel Ramos por lo mexicano recibe importantes influencias
de la atmósfera cultural prevaleciente en la época que se manifiesta tanto en las
diferentes artes como en la cultura popular. Así, en gran medida, los temas de Ramos 1
1 Para la redacción de este apartado se han utilizado como fuentes los siguientes textos: el “Prólogo" de
Raúl Cardiel Reyes a los Estudios de la Vida Artística en Obras Completas de Samuel Tamos. T. II el libro
de Juan Hernández Luna titulado Samuel Ramos (Su Filosofar sobre lo Mexicano), el “prólogo" de Francisco
Larroyo a las Obras Completas de Samuel Ramos T. I.

pueden ser considerados como un eco de la tónica intelectual desarrollada después del
triunfo de la Revolución Mexicana.
En el campo de la música popular, la Revolución pone un claro acento nacionalista
a partir del cual se componen múltiples canciones con temas revolucionarios. En la
música clásica la preocupación por lo mexicano se da en compositores tan sobresalien-
tes como Carlos Chávez, Silvestre Revueltas y Manuel M. Ponce.
En la literatura, el interés por “lo mexicano” está presente en la poesía de López
Velarde —específicamente con el conocido poema “La Suave Patria"—, en novelas
como Los de Abajo de Mariano Azuela y en otros textos como la Visión del Anáhuac
de Alfonso Reyes.
En la pintura la preocupación por nuestra realidad nacional se manifiesta claramen-
te en los murales de José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera.
De hecho, Ramos ve en la obra de éste último un elemento esencial del nacionalismo
mexicano que brota a partir de los años veinte y que revela el verdadero rostro de
México. Se trata de una búsqueda que se refleja en otras artes aplicadas como la
arquitectura que también empieza a buscar sus propias raíces y direcciones.
Este ambiente cultural despierta en Samuel Ramos nuevas inquietudes e intereses.
A su juicio, el lenguaje de la filosofía debería expresar de una manera más explícita
y desarrollada la realidad nacional que se había ya manifestado en los idiomas de la
música, la literatura, la poesía, la pintura y la arquitectura. Ramos parece entonces
preguntarse por las razones de lo que considera una relativa marginación filosófica
frente al movimiento de revitalización nacional que había alcanzado expresiones tan
valiosas en otros ámbitos: Si México ha sido puesto en el pentagrama por nuestros
músicos, en las letras por nuestros poetas y novelistas, en los muros y el caballete de
nuestros pintores y en los planos o proyectos por nuestros arquitectos ¿Por qué la
filosofía no ha seguido este ejemplo? ¿Por qué no hacer esfuerzos por descifrar la
realidad de México y tratar de encontrar el “logos” de su estructura, la “razón de su
manera de ser”?
Los primeros resultados que Ramos obtiene de la preocupación por lo mexicano
aparece en 1934 en las páginas de El Perfil del Hombre y la Cultura en México.
Posteriormente estas ideas serán desarrolladas en otros textos como: Hacia un Nuevo
Humanismo (1940) e Historia de la Filosofía en México (1943).2
El perfil del hombre y la cultura en México
La cultura mexicana
Como el propio Ramos lo señala, El perfil del Hombre y la Cultura en México es un
ensayo sobre caracterología y sobre filosofía de la cultura mexicana.
La idea de desarrollar este tema se origina en el deseo vehemente del autor por
encontrar una teoría que logre explicar las modalidades originales del hombre
mexicano y su cultura. Esta tarea lleva a Ramos a hacer una interpretación de nuestra
historia y conducta y a descubrir ciertos vicios nacionales cuyo conocimiento 1
1 En realidad El Perfil del Hombre y la Cultura en México y Hacia un nuevo Humanismo son dos textos
muy vinculados entre sí. En el último capítulo del primer libro Ramos anuncia el segundo cuando expone que
el ideal de nuestra cultura debe ser un nuevo humanismo y que esta cuestión será más ampliamente
desarrollada en un nuevo libro. (Prólogo a la tercera edición de El Perfil., p. 94).
considera indispensable como punto de partida para emprender seriamente una
reforma espiritual en México. Ramos considera que una cultura “está condicionada por cierta estructura mental
del hombre y de los accidentes de su historia”. Con base en las ideas de Alfred Adler,
analiza la “cultura mexicana ” partiendo de fundamentos psicológicos y lleva a cabo
un “psicoanálisis del mexicano ” que no pretende entenderlo en su fisonomía
individual, sino como un sujeto perteneciente a una comunidad política determinada.
Desde esta perspectiva, a Ramos le preocupa exponer los elementos más importan-
tes del inconsciente mexicano, especialmente aquellos complejos nocivos proceden-
tes de una injusta autoestimación de los valores.
Así, Ramos sostiene lo que podríamos considerar la tesis principal del libro: la
psicología del mexicano es resultante de las reacciones para ocultar un sentimiento
de inferioridad. La autodenigración es una actitud mental que se originó hace más de
un siglo y que ha caracterizado el ser del mexicano a lo largo de su historia.
En México, la realidad ambiente es despreciada y el individuo experimenta un
sentimiento de inferioridad del cual nos ocuparemos a continuación.
El sentimiento de inferioridad
Ramos concibe el complejo de inferioridad como un mecanismo psicológico que
cómo tal, nunca debe confundirse con una inferioridad real orgánica de la raza
mexicana. Son víctimas de un complejo de inferioridad todos aquellos individuos que
“manifiestan una exagerada preocupación por afirmar su personalidad, que se intere-
san vivamente por todas las cosas o situaciones que significan poder y que tienen un
afán inmoderado de predominar, de ser en todo los primeros”.
Ramos afirma que el “alma mexicana” está habitada por éstas fuerzas obscuras, que
disfrazadas de un deseo de superación, llevan a un rebajamiento de los individuos:
“Cada mexicano se ha desvalorizado a sí mismo, cometiendo de ese modo, una
injusticia a su persona”.
Así, por tanto en El Perfil... como en otros textos, Ramos se preocupa por explicar
los orígenes y manifestaciones del complejo de inferioridad y las formas en que éste
puede llegar a superarse. A continuación nos ocuparemos de estos temas.
Orígenes del sentimiento de inferioridad: La Conquista
El complejo de inferioridad se explica, en gran medida por el hecho de que, cuando
los países hispanoamericanos entraron en la escena histórica ya existía una civiliza-
ción. Para desarrollar esta tesis principal, Ramos se apoya en algunos planteamientos
de Alfonso Reyes quien en una conocida frase, había afirmado que hemos sido
“convidados al banquete de la civilización cuando la mesa estaba servida”.
Así, Ramos considera que los accidentes peculiares de nuestra historia derivan de
un conflicto psicológico inicial entre la cultura original española y la del Nuevo
Mundo. El origen histórico del sentimiento de inferioridad debe buscarse en la
Conquista y en la colonización.
Desde el principio, la organización colonial tiende a deprimir el espíritu de la nueva
raza. Debido a que la riqueza no se obtiene a través del trabajo sino mediante
privilegios injustos la masa de la población se ve reducida a la inactividad y se resigna
a la pobreza. La monotonía de la Nueva España tiende a destruir cualquier impulso de
renovación y el ambiente es esencialmente adverso para la formación de un carácter
mexicano fuerte. Ramos afirma que “el ritmo de la vida durante la Colonia" se
conserva en México hasta nuestros días, “la vida de los pueblos aún se desliza con una
lentitud semejante a la inmutabilidad de los pueblos asiáticos.3
Por otro lado Ramos considera que esta pasividad no es únicamente resultado de la Conquista, ya que nunca ha sido ajena a la sangre indígena. El indio “se dejó
conquistar porque ya su espíritu estaba dispuesto a la pasividad”. El “egiptismo” del
indígena lo hace incompatible con una civilización cuya ley es el devenir.
El sentimiento de inferioridad en el México independiente: El Mimetismo
A pesar de sus orígenes en el pasado precolombino y colonial, el sentimiento de
inferioridad no se manifiesta como tal sino hasta la Independencia cuando el país tiene
que buscar por sí sólo una fisonomía nacional propia: “Siendo todavía un país joven
quiso de un salto ponerse a la altura de la vieja civilización europea, y entonces estalló
el conflicto entre lo que se quiere y lo que se puede. La solución consistió en imitar a Europa, sus ideas sus instituciones...”
Para superar o “disimular” este sentimiento de inferioridad se ha tendido a exaltar
la personalidad individual y colectiva, y el anhelo de una sociedad perfecta. Ramos
considera como una reacción al sentimiento de inferioridad “el idealismo utópico de
los mexicanos libres, que pretende implantar en el país un sistema político con todas
las perfecciones modernas, sin tener en cuenta las posibilidades efectivas del medio
ambiente. Los fracasos de la'historia mexicana en el siglo XIX no se deben a una
intema deficiencia de la raza, sino a la excesiva ambición de las minorías dirigentes
que, obcecadas por planes fantásticos de organización nacional, pasaban por alto los
verdaderos problemas del pueblo mexicano”.
Desde esta perspectiva, Ramos hace una crítica lúcida e interesante a los pensado-
res sociales del siglo XIX argumentando que, dadas las condiciones de cultura y de
pobreza del país los problemas más urgentes eran el económico y el educativo, y no
tanto el problema político en el que se centraban los debates de ese entonces. Al atacar
primordialmente la cuestión política, los pensadores y políticos mexicanos mostraron
un idealismo ciego por completo a los datos que proporciona la experiencia.
Esto tiene su explicación en el mimetismo mexicano que trata de imitar el exterior
sin ponerse a analizar la propia realidad. El efecto cultural inevitable es el desdobla-
miento de nuestra vida en dos planos, uno real y uno ficticio.
México buscó una solución a su conflicto de inferioridad imitando a Europa. La
autodenigración, el desprecio por nosotros mismos nos ha llevado a suplir la cultura
auténtica por su imagen, a imitar sin damos cuenta de que lo hacemos y, a mermar las
posibilidades de llevar a cabo obras espontáneas en las que pueda revelarse con
sinceridad el espíritu mexicano.
El mimetismo es característico del mestizo que es el tipo de hombre que se adueña
de la situación en el siglo pasado: “Su imitación irreflexiva. El país que admira con
entusiasmo es Francia, a la que considera como el arquetipo de la situación moderna...
1 La perspectiva que encuentra similitudes entre algunas características de la vida en México y las de los
pueblos “no europeos“, “asiáticos“ ha sido una cuestión que ha sido desarrollada por varios autores de diversa
formación, tanto filósofos, cómo literatos, economistas y sociólogos. Esta cuestión la desarrollo más
ampliamente en mi libro La Dominación Patrimonial en la Obra de Max Weber, UNAM-FCE, 1989.

La pasión política actuó en la asimilación de esta cultura, del mismo modo que antes
la pasión religiosa en la asimilación de la cultura española...”
Hasta principios de nuestro siglo, el mimetismo continuaba siendo una caracterís-
tica de la cultura mexicana. Predominaba el desprecio por todo lo propio y el interés
hacia lo extranjero en búsqueda de modelos que dieran un sentido superior a la vida.
Nadie emprendía una nueva obra sin antes enterarse de lo que se hacía, en casos
semejantes en Europa: “Espiritualmente México era un país colonial. El ideal supremo
del burgués mexicano era ir a Europa, educarse en sus escuelas y universidades con
frecuencia para no volver más a la patria. Sus hombres, vivían inconformes de haber
nacido en este lugar del planeta, y aunque las circunstancias los forzaban a estar en
México su espíritu vivía en Europa”.
Según Ramos no es sino hasta el segundo decenio de este siglo cuando se logra un
cambio en la actitud del mexicano hacia el mundo. Comienza a interesarse por su
propia vida y el ambiente inmediato que lo rodea, descubre en su país nuevos valores
y paralelamente empieza a disminuir el aprecio ilimitado por Europa.
El fracaso de las múltiples tentativas de imitar sin discernimiento una civilización
extranjera, nos ha enseñado con dolor que tenemos un carácter propio y un destino
singular que no es posible seguir ignorando. “Como reacción emanada del nuevo
sentimiento nacional nace la voluntad de formar una cultura nuestra en contraposición
a la europea Para volver la espalda a Europa, México se ha acogido al nacionalismo...
que es una idea europea”.
Pero Ramos considera que desgraciadamente, el nuevo interés por lo nacional no
tiene un objetivo claro. A la buena intención de averiguar nuestro destino, se han mezclado impulsos hostiles a lo europeo.
“Al iniciarse el nacionalismo, fue un movimiento vacío, sin otro contenido que
la negación de lo europeo. El resultado fue que México se aislara del mundo
civilizado, privándose voluntariamente de las influencias espirituales fecun­ das...” (El Perfil... p. 140).
Así es interesante hacer notar como la crítica de la imitación indiscriminada de
modelos extranjeros, de lo que Ramos llama mimetismo, no debe interpretarse como
si el autor planteara la necesidad de una liberación y desprendimiento total de todas
las influencias y vínculos culturales con el exterior. Por el contrario, Ramos afirma que
“se equivocan los nacionalistas oponiéndose a la participación de México en la cultura
universal, y por lo tanto, tratando de aislarlo del resto del mundo”, no se puede
desarrollar una cultura original sin relacionamos con el mundo cultural extranjero.
Ramos acepta que, por nuestra propia historia la cultura nacional tiene que ser
derivada, pero distingue entre una cultura derivada por asimilación y una cultura
derivada mimética e imitativa. Le preocupa la polarización entre los nacionalistas y
los europeisantes que con pasión se disputaban las normas que debía adoptar la cultura
mexicana y considera que ambos bandos pecan por su falta de una noción clara de
nuestro ser. Ramos llega a conclusiones que se apartan por igual de las dos maneras de considerar la cuestión:
No podemos proseguir practicando un europeísmo falso; pero es preciso huir
también de otra ilusión peligrosa, que es la de un mexicano igualmente falso. Tal
mexicanismo es el que, animado de un resentimiento contra todo lo extranjero,
pretende rehacer toda nuestra vida sobre bases distintas a las que ha tenido hasta

ahora, como si fuera posible en un momento anular toda la historia. Se intenta
aislar a México de todo contacto con el mundo exterior, para librar a su
originalidad de toda mezcla extraña... El arte nuevo se ha encargado de
amplificar, como una caja de resonancia, las dimensiones de lo “pintoresco” que
ha encontrado favorable acogida sobre todo entre los turistas yanquis. Pero este
México representado por el charro y la china poblana, o bien el México de la
leyenda salvaje es un México de exportación tan falso como la España de
pandereta (El Perfil... p. 143).
Así, Ramos considera que en México la cultura mexicana debe concebirse en gran
medida como una cultura universal hecha nuestra, que viva con nosotros, que sea
capaz de expresar nuestra alma. La razón por la cual no hemos alcanzado una cultura
propia tiene su explicación en el hecho de que hemos separado la cultura de la vida:
No queremos ya tener una cultura artificial que viva como flor de invernadero
no queremos el europeísmo falso. Pues, es preciso, entonces, aplicar a nuestro
problema el principio moderno que es ya casi trivial de tanto repetirse: relacio-
nar la cultura con la vida. No queremos ni una vida sin cultura, ni una cultura
sin vida, sino una cultura viviente... (El Perfil... p. 146).
Rasgos del carácter mexicano
Inadaptación, desconfianza, pasión y susceptibilidad
Ramos afirma que el individuo afectado por el complejo de inferioridad es un
inadaptado al mundo, el desajuste de sus funciones psíquicas desequilibra su concien-
cia, sus ambiciones son —por lo general— desproporcionadas a sus capacidades y,
como consecuencia lo “que quiere” nunca se ajusta a lo “que puede”.
Al referirse al mexicano de la ciudad, Ramos destaca la desconfianza como uno de
los rasgos del complejo de inferioridad:
Si es comerciante, no cree en los negocios, si es profesional, no cree en su
profesión, si es político, no cree en la política. El mexicano considera que las
ideas no tienen sentido y las llama despectivamente “teorías”; juzga inútil el
conocimiento de los principios científicos. Parece estar muy seguro de su
sentido práctico. Pero como hombre de acción es torpe, y al fin no da mucho
crédito a la eficacia de los hechos (El Perfil... pp. 122-123).
Como resultado de esta desconfianza el mexicano sólo se interesa por los fines
inmediatos. Trabaja para hoy mañana pero nunca para después, suprime de su vida la
dimensión futura y se guía más por su instinto que por un pensamiento que implica la
capacidad de planear “la vida mexicana está a merced de los vientos que soplan,
caminando a la deriva...” (El Perfil... p. 123). La nota que da el tono a la vida mexicana es la pasión sobre todo cuando alguna
actividad particular trasciende a la escena pública, cualquier hecho que pueda desper-
tar el interés colectivo es llevado a este terreno. Lo anterior es válido no únicamente
en el terreno político; tanto las discusiones científicas como la controversia artística
tienden a desarrollarse bajo una atmósfera de exaltación, sin la serenidad adecuada.
Ramos considera que la pasión es un factor histórico de primer orden, una fuerza
motriz obstinada y ciega4 5y sostiene incluso que a algunos hechos históricos impor-
tantes pueden ser explicados por la pasión pura, y no por los intereses políticos
propiamente dichos. En este sentido es interesante la crítica que Ramos hace al
materialismo histórico que busca encontrar de los intereses y necesidades reales de los
hechos que parecen pasionales. Como contrapartida Ramos sostiene que “tras de los
intereses y las necesidades se esconden pasiones, que buscan su satisfacción como
tales, si es preciso sacrificando los intereses y las necesidades que las acompañan”. No
se trata, aclara Ramos, de un mero juego de palabras sino de una expresión de
realidades psicológicas distintas: en un caso la pasión, como potencia impulsora, esta
al servicio de un interés vital o aun espiritual; en el otro, son éstos últimos los que están
al servicio de la pasión.3
Otra de las características del mexicano íntimamente vinculada con la desconfian-
za es la susceptibilidad. El mexicano es extraordinariamente susceptible a la crítica
por la cual la autocrítica se paraliza. Para fortalecer su propia imagen necesita
convencerse de que otros son inferiores a él: “El desconfiado está siempre temeroso
de todo, y vive alerta, preso a la defensiva. A causa de esta susceptibilidad el mexicano
es hipersensible y riñe constantemente...” El sentimiento de inferioridad trae consigo
la ambición desmedida de poder. Estas características se manifiestan de una forma
clara en el tipo de mexicano que es el “pelado”.
El “pelado” y el “pedante”
Puesto que en el “pelado” los mecanismos de reacción están exacerbados, Ramos
recurre a este tipo popular de mexicano para mostrar cómo la protesta viril —el
machismo— opera como una reacción al sentimiento de inferioridad.
Ramos afirma que el pelado constituye la expresión más elemental y dibujada del
carácter nacional, se trata de un individuo que busca la riña como un excitante para
recobrar la fe en sí mismo, pero como está desprovisto de todo valor real, tiene que
suplirlo como uno ficticio y descubre que su “tabla de salvación” está en una supuesta
virilidad. En sus combates verbales el “pelado” atribuye al adversario una femeneidad
imaginaria, para así poder afirmar su propia superioridad. Pero en realidad este
“machismo” sólo es una farsa, el “pelado” no es un hombre fuerte ni un hombre
valiente, “se trata de un camuflaje para despistarse él y a todos los que lo tratan”.
Para combatir su minusvalía y su desconfianza en sí mismo y en los demás, el
“pelado” oculta su personalidad real bajo una ficticia. Esta falsa percepción conlleva
una inestabilidad inherente en la medida en que el sujeto se ve obligado a defender constantemente su “yo” y desatender la realidad.
El pelado “asocia su concepto de hombría con el de nacionalidad como si la
valentía fuera la nota peculiar del carácter mexicano “la frecuencia de las manifesta-
ciones patrióticas y colectivas es un símbolo de que el mexicano está inseguro del
valor de su nacionalidad”. “El mexicano es pasional, agresivo y guerrero por
debilidad”. El deseo más fuerte e íntimo de los mexicanos es ser el hombre que
predomina entre los demás por su valentía y su poder.
4 Al respecto Ramos cita a Aldous Huxley en una obra titulada Beyond de Mexique bay donde señala que
las guerras no han sido de interés sino de principios políticos. (El Perfil... p. 162).
5 Conviene señalar que Ramos no condena la pasión en sí misma como fuerza impulsora al servicio de
intereses vitales o espirituales, sino únicamente la pasión que constituye un fin en sí misma y no un medio para
llegar a un fin. (El Perfil... p. 164).

Estas características no son exclusivas de las clases populares, Ramos señala que
el burgués mexicano tiene la misma susceptibilidad patriótica y los mismos prejuicios
que el hombre del pueblo acerca de su carácter nacional. La diferencia psíquica que
separa a la clase elevada de mexicanos de la clase inferior, radica en que los primeros
disimulan de un modo completo sus sentimientos de minusvalía en tanto el “pelado” los exhibe con una franqueza cínica.
Otro de los tipos sociales que Ramos analiza para ilustrar los efectos del complejo
de inferioridad es el pedante. La pedantería es una forma de expresión que se
manifiesta en el lenguaje hablado y escrito y que se relaciona casi exclusivamente con
aquel que pretende ser un tipo humano intelectual. El pedante es un inadaptado cuyo
deseo de superioridad intelectual no corresponde a la realidad de su talento o saber.
La desproporción entre lo que pretende ser y lo que es realmente, determina en la
conciencia un conflicto del que resulta un sentimiento de inferioridad. El individuo
pedante hace de su vida una comedia de superioridad en la que desempeña un papel
para engañarse a sí mismo y restituir el equilibrio a su conciencia desquiciada. La
pedantería es entonces, un disfraz, una máscara en la que se reviste el sujeto para
ocultar su déficit intelectual.
Superación del complejo de inferioridad: La importancia de la educación
Ramos considera que nuestra raza no carece ni de la inteligencia ni de la vitalidad para
superar sus limitaciones, lo único que le hace falta es aprender. Para superar el com-
plejo de inferioridad es necesario conocemos a nosotros mismos, de allí la importancia
del conocimiento del hombre mexicano. Mientras no se defina cuál es nuestro modo
de ser, nuestros deseos, capacidades y vocación histórica, cualquiera empresa de
renovación en sentido nacionalista será una obra ciega destinada al fracaso.
Para conocernos a nosotros mismos es necesario desarrollar la pasión y el amor por
la verdad que tendrá que ser una de las tareas principales de la educación mexicana:
“Quien posea esta pasión por la verdad, dispondrá de la fuerza moral indispensable
para hacer una severa crítica a sí mismo sobreponiéndose a las susceptibilidades que
puedan impedir una visión límpida y objetiva de su mundo intemo”.
Es preciso, por lo tanto, orientar la educación en un sentido humanista. La cultura
de México no ha sido humanista porque ha tendido siempre al aprendizaje de
resultados, de verdades hechas, sin reproducir el proceso viviente.
Una de las metas de la educación nacional debe ser la rectificación de los vicios
del carácter del mexicano, de la serie de defectos generalizados que tienen como causa
común inconsciente el sentimiento de inferioridad que en México asume las propor-
ciones de una deficiencia colectiva.
La educación debe proponerse como uno de sus fines más importantes al cono-
cimiento de México. Al egresar de las escuelas o de las universidades, los mexi-
canos desconocen casi completamente su país, el país donde trabajarán. La brecha
entre el conocimiento adquirido y el ambiente circundante es causa de múltiples
fracasos para los diversos profesionistas —políticos, legisladores, educadores, litera-
tos, etc.— cuyo saber no funciona en la realidad práctica. Cuando los fracasos
individuales adquieren una dimensión colectiva, el sentimiento de inferioridad se
agrava. Para Ramos, el conocimiento de México debe ser científico riguroso y metó­dico:

Es indispensable revisar las concepciones de México que han pasado a los libros
de texto que se leen en las escuelas, falseadas por la autodenigración, por el
sentimiento de inferioridad. Es necesario fomentar el interés y el respeto a las
cosas mexicanas. Cuando nuestra realidad es observada sin ningún prejuicio
desfavorable, se descubren valores insospechados cuyo conocimiento contri-
buirá sin duda, a elevar la moral de la conciencia mexicana. No debe entenderse
que yo pretendo hacer del conocimiento de México el único fin de la educación;
pero sí creo que es uno de los más importantes, y vendrá, a dar un contenido
concreto de que hasta hoy han carecido las orientaciones señaladas a la obra de
cultura nacional (Ramos, El Perfil... p. 161).
En México debemos pensar como mexicanos. Todo pensamiento debe partir de la
aceptación de que somos mexicanos y de que tenemos que ver el mundo bajo una
perspectiva única, resultado de nuestra posición en él.
Importancia y recepción de “El Perfil del Hombre y la Cultura en México”
El Perfil del Hombre y la Cultura en México abre un nuevo campo de investigación
y de pensamiento en un área que había sido poco explorada. El propio Ramos
consideraba que el trabajo era defectuoso porque casi no encontró antecedentes en
qué apoyarse.
El libro aparece por primera vez en 1934 y es acogido con tanto interés que la
primera edición se agota y en 1938 se hace la segunda. Como el propio Ramos explica
en su prólogo a la tercera edición, el texto se difunde ampliamente convirtiéndose en
un fuerte estímulo para los estudios sobre la psicología y la cultura mexicana, tanto
sobre temas generales como particulares.
Es notoria la influencia de las ideas de Samuel Ramos en varios ensayos que tratan
cuestiones relacionadas con la antropología filosófica del mexicano.
El Laberinto de la Soledad (publicado por primera vez en Cuadernos Americanos
en 1959) es uno de los textos más difundidos sobre el tema. En éste libro, Octavio Paz
se apoya en las tesis de Ramos y escribe sobre la instintiva desconfianza en nuestras
capacidades que nos ha impedido desarrollar plenamente nuestra creatividad.
Al tratar el tema de la “inteligencia mexicana” Paz destaca la importancia de
Samuel Ramos quien al interrogar sobre los rasgos del rostro de México, arranca
máscaras e inicia un examen del mexicano. El poeta considera El Perfil del Hombre
y la Cultura en México, como el único punto de partida que tenemos para conocemos:
No solo la mayor parte de sus observaciones son todavía válidas, sino que la idea
central que lo inspira sigue siendo verdadera: el mexicano es un ser que cuando
se expresa se oculta; sus palabras y gestos son casi siempre máscaras... Ramos
nos ha dado una descripción muy penetrante de este conjunto de actitudes que
hacen de cada uno de nosotros un ser cerrado e inaccesible (Paz, p. 143).
Bibliografía
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Artística, Obras completas de Samuel Ramos (tomo III), México, UNAM, 1977.
Hernández Luna, Juan, Samuel Ramos (su filosofía sobre lo mexicano), México,
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Larroyo, Francisco, Prólogo, Obras completasele Samuel Ramos (tomo I), México, Editorial Porrúa, 1985.
Larroyo, Francisco, La filosofa Iberoamericana, México, Editorial Pomía, 1978.
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Vasconcelos, José, La Raza Cósmica, México, Asociación Nacional de Libreros,
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Villegas, Abelardo, La filosofía de lo mexicano, México, UNAM, 1988.
Zabludovsky Kuper, Gina, La dominación patrimonial en la obra de Max Weber,
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